viernes, 4 de septiembre de 2015

Yo y... // Prestar Libros // SEMANA BIBLIOFÍA

¡Hola Chicos! ¿Qué hay de nuevo?

Bienvenidos nuevamente a Yo y..., la sección donde hablo de distintos temas relacionados con libros, doy mi punto de vista y además los aconsejo. El tópico de esta ocasión será algo que sé que a muchos de ustedes no les agrada hacer por x o y motivo. Es más: algunos tienen miedo de hacerlo. Me refiero a prestar sus libros (CHAN CHAN CHAAAN...).

Prestar libros puede ser muy beneficioso para los lectores porque les permite acceder a libros que no poseen sin necesidad de comprarlos, eso sin mencionar que el costos para ir a buscarlos por lo general es muy bajo, ya que puedes pedirle el libro a un compañero de curso, de trabajo o un familiar.

Sin embargo, esto también puede significar una serie de riesgos sobre todo para quien presta el libro, debido a que la otra persona puede no ser tan cuidadosa y lo dañe, ensucie o incluso lo extravíe.

Yo antes no solía tener problemas para prestar mis libros. Me gustaba que la gente que conocía demostrara su entusiasmo por la literatura y se atreviera a aventurarse en las páginas de un libro. Eso hasta que tuve una mala experiencia. 

Resulta que un día un compañero me pidió Maze Runner: Correr o Morir (como ya había dicho en un post anterior, Maze Runner es mi serie de libros favorita) porque había visto la película y le había encantado. Y como en ese tiempo mi misión era enlarchizar a todo el mundo, le dije que sí inmediatamente. Por supuesto que le mencioné que ojalá me lo devolviera pronto porque otros amigos lo querían leer (lo que no era del todo mentira) y también que lo cuidara mucho. La cosa es que cada semana le preguntaba más o menos por donde iba y casi siempre me decía que casi no había leído nada. Hasta que cerca de cumplirse un mes de que yo no había visto mi libro decidí darle un ultimátum y decirle que necesitaba el libro antes de que terminara la semana. Fue entonces cuando me dijo que SU PERRO HABÍA TOMADO EL LIBRO Y LO HABÍA ESTADO MORDISQUEANDO. Obviamente yo me puse furiosa, le dije que me llevara el libro al día siguiente y que me daba lo mismo si lo había terminado o no. Yo quería mi libro en ese momento. Al final me devolvió el libro y me compró una copia nueva. Y desde ese día Maze Runner tiene una esquina menos.

Mi compañero tiene suerte de que una de mis más grandes virtudes sea que no soy rencorosa. Yo ya lo perdoné y para nada sigo enojada con él, pero desde entonces ya no presto mis libros con tanta facilidad. Ahora solo los confío a mi círculo de amigos más cercano y a aquellos que sé que cuidarán mis libros como yo cuidaría los suyos. 

Seguro se preguntarán por qué digo los suyos y no los míos. Lo que pasa es que yo me vuelvo el doble de cuidadosa con los libros que me prestan. Trato de no llevarlos en mi mochila cuando está muy llena para evitar que se arruguen o se rompan las hojas, me lavo las manos antes de leerlos (sí, es verdad), casi nunca salen de mi pieza, etc. Ah y por supuesto, trato de devolverlos lo antes posible. Cada vez que me prestan un libro, este se vuelve mi lectura prioritaria, dejando todos los otros libros que esté leyendo de lado mientras no lo termine.

Y bueno, esos son más o menos mis consejos. Siempre trata de mantener informado a quien te haya pasado el libro sobre el estado en que está la lectura para así mantenerlo tranquilo y para que se dé cuenta de que te interesa. Y cuando prestes tus libros, trata de hacerlo a personas que ya sepas que los cuidarán y los devolverán intactos, y que tengan la misma pasión por la lectura que tú. Puedes fijar un plazo para que te lo devuelvan. No es necesario que seas tan inflexible en este tema, simplemente puedes decir que alguien más te lo pidió y que también está súper emocionado por leerlo.

Espero que esta entrada y la anécdota que les conté les haya gustado y que les sirva en futuras ocasiones. Recuerden que pueden dejarme sus opiniones y consejos en los comentarios y que pueden volver mañana para una nueva entrada de la SEMANA BIBLIOFÍA.

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